Mansión Lucífugo.


La vida fuera de Daedalus es dura. Sus robustas murallas te protegen de un árido desierto, de aquellas vastas extensiones de piedra estéril. Pero en medio de aquella desolación, las eternas llanuras del Yermo se encuentran salpicados por unos pocos oasis, duramente disputados por las tribus salvajes de los yermos y los pocos valientes que se atreven a establecerse fuera de la seguridad que ofrecen las ciudades que dominan el Plano.


Uno de estos oasis es la mansión Lucifugo, ubicada junto a una de las famosas piedras de viaje que comunican Daedalus con la vecina ciudad de Babel. Se trata de una pequeña mansión en medio de la nada, tan diferente al resto de villas fortificadas que puedes vislumbrar en el camino, tan aparentemente incoherente, tan hospitalaria y cálida...


Tan desprotegida.


¿Cómo es posible? ¿Qué lugar es este? -Preguntará el viajero confundido- ¿Cómo alguien puede lograr sobrevivir en un sitio así en mitad de los Yermos?


Jeremiah Kraye. -Susurrará el guía-  Agotado por Daedalus, una ciudad a la que todo le dio y que tan desagradecida fue, decidió refugiarse en este exilio voluntario. Aquí vive Kraye y aquellos a los que ha acogido. Te ofrecerá cobijo, sin importar quién seas ni qué te traiga aquí.


Si el viajero preguntara al guía porqué no descansan en tan extraño lugar, esté negará con la cabeza mientras, como única respuesta, con su bastón señalará aquellas extrañas marcas del suelo: Símbolos tallados en la roca, espirales que se devoran unas a otras sin parecer responder a ningún criterio.


Jeremiah Kraye no es el verdadero señor de estas tierras. No habrá más respuestas para el viajero, pues los guías saben que el Yermo es un lugar de fuerzas antiguas...


Y las rocas no olvidan.

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